EN EL ÚLTIMO EMBALAJE Y CON EL PUÑO APRETADO | EL CHIVO ESPÍNDOLA

En el último sprint o embalaje como le gustaba decir a él. Se fue en el último suspiro una de las leyendas del ciclismo correntino. Nadie habrá corrido tantas carreras, ni habrá ganado tantos amigos como el CHIVO. Él eligió dar la última vuelta para despedirse un domingo como una premonición de esos días de gloria en todas las rutas y las pistas que la bandera a cuadros le pegaba en el lomo. El Chivo Espíndola se gana el mote para siempre de ser un ciclista excepcional. Con condiciones únicas de los elegidos por los Dioses del deporte. Y que, por cuestiones de vivir un tiempo diferente, presupuesto económico, destino o lo que se les ocurra pensar, no pudo correr afuera del país. Sus condiciones físicas y de ciclista no necesitaban de mucho entrenamiento, ni tanta tecnología en su bicicleta para llevarse triunfos. A él le gustaba correr y hacer amigos. De hecho corrió varias veces LA DOBLE LAS MARÍAS, una de las Clásicas del Nordeste argentino, y la ganó en tres oportunidades.

Cuenta una anécdota de haber llegado a Santo Tomé un sábado por la tarde, previo a la carrera en su bici desde Virasoro con un bolsito cruzando su espalda. Y contar alegremente que había ayudado a manejar un camión hasta la vecina localidad, y de ahí hacer los sesenta kilómetros rodando en bicicleta. Y estar en la competencia al otro día en la línea de partida para, correr contra todos, y encima ganar la competencia.

Este ciclista de Corrientes Capital, perteneció a una época donde el dinero para comprarse un pantalón o una camisa, se iba a la compra de un par de tubos (léase cubierta y cámara integrados para bicicletas de carreras), una mejora para la bici, o viajar a una carrera a algún lejano. Él fue uno de los denominados SACRIFICADOS DEL CICLISMO.

En la mitad de los noventa tuve la oportunidad de compartir con éste hermoso personaje algunas carreras por Ruta 5 en Corrientes Capital. El solo hecho de verlo recostado sobre el cuadro de su bicicleta esa primera vez, me llenó de orgullo y emoción. Él nunca supo ni se imaginó mis sensaciones de ese momento, ya que lo vi de guricito en sus epopeyas allá en los Pagos de Santo Tomé. Ahí estaba ante mis ojos el tipo que se le animó a grandes campeones y les ganó carreras increíbles. Él, esa mañana solo supo conocerme como hijo del Tolo, y cuando me estrechó la mano solo atinó a decirme que me había conocido de chico. Y me preguntó cómo andaban mi padre y mi Tío.

Ese día largamos para correr noventa kilómetros, El Chivo Espíndola ya era un hombre de cincuenta y tantos años que corría con nosotros que estábamos en la edad de competencia de mayor rendimiento, con ciclistas de Corrientes, del Chaco y Formosa. Esto se debía a la poca cantidad de corredores en las categorías de veteranos, y para mejor control de los organizadores. Esa mañana se rodó medianamente fuerte como en toda competencia donde no se pudo establecer ninguna fuga, hubo varios ataques sin éxito. Y a la vuelta faltando cinco kilómetros para la llegada, yo ya no sabía cómo acomodarme, debido a la alta velocidad que alcanzaba el pelotón. Y venía con el envión como para llegar, cuando de repente giro mi vista hacia la izquierda y veo la figura del Chivo con su indumentaria de los setenta, su gorrito con la visera para adelante, su mini bigote, y su bicicleta siempre veinte años más antigua. Él venía tomado de arriba del manubrio, como si viniera paseando por un parque. Y creo sin poder afirmarlo que cuando me pasó me soltó una arenga diciéndome:

– ¡¡VAMOS TOLITO!! ¡¡VAMOS TOLITO!!

Ese día supe que la Leyenda del Chivo, ganador tres veces de la Doble Las Marías casi treinta años atrás, rodaba todavía con fuerzas suficiente de andar entreverado con las gurisadas de la elite o primera categoría como quieran llamarla.

Hoy cuando me llamaron para contarme que el chivo se fue de este mundo. Muchas imágenes pasaron por mi cabeza. Una de ellas es la de esos tipos fabulosos que el ciclismo me permitió conocer de abajo y arriba de la bici. Pero voy a cerrar esta nota tomando prestado lo que alguien puso en el muro de la ASOCIACIÓN CORRENTINA DE CICLISMO para despedirlo:

– Escuchen bien los de arriba… allá va EL CHIVO ESPÍNDOLA… cuídense en los embalajes.

Fotos gentileza: Asociación Correntina de Ciclismo. Tito Pernumián.