LA NUEVA VIDA DE JUANA

El año pasado una llamada de teléfono después de una Patria Guaraní del domingo, de una de las integrantes de la Cooperadora del Hospital de Santo Tomé, nos decía:

“Keko, hay una persona que necesita de la ayuda para conseguir dinero para comprarse una prótesis para su columna. Ella ya no puede dormir, apenas camina, vive con la presión por las nubes, necesita mucho dinero. Las vecinas les dan una mano vendiendo pastelitos. Ella se llama Juana y la está pasando realmente muy mal.”

Todo se sintetiza en ponernos a disposición con el grupo de ayuda que contamos en el programa de los domingos, la radio y la Cooperadora. Esta historia inicia con un llamado más a Marica Olivera y a Monino Delgado, para arrancar con la campaña con motivo de ayudar a Juana. Ella nos necesitaba.

El dinero a reunir era mucho. Nosotros con la ayuda de la gente juntamos el treinta por ciento. Luego no se usó ni para la prótesis ni la cirugía, ya que la operación pudo realizarse en el Hospital Escuela de Corrientes, gracias a la gestión de la Cooperadora del Hospital San Juan Bautista, en conjunto con Asistencia Social del Municipio de Santo Tomé; y una prestigiosa periodista de Corrientes Capital. El dinero recaudado en la campaña de La Patria Guaraní se le entregó a Juana para ser utilizado en la logística de traslados, estudios y postoperatorio.

Quizás estas explicaciones tienen la rigurosidad de ser informativas, pero son necesarias. Nobleza a la solidaridad a los que invitamos al grupo de WhatsApp, pidiéndoles que nos ayuden con lo que tienen y pueden. En ese espacio aparecen los que pueden poner un buen monto de dinero; como así también, aquellos que por privado me decían:

“Keko chamigo, llovió todo el día y sólo pude juntar setecientos pesos. Quería llegar a mil para ayudar, pero no pude. No entró casi nadie a mi bolichito hoy.”

Transitamos un par de meses buscando la ayuda para esa familia. Sumándonos a lo que hicieron sus vecinos, la Unión de Músicos y mucha gente que aportó su solidaridad en ese tiempo.

Por fin la cirugía se pudo hacer. Juana se fue recuperando. Y yo en este último verano, un día antes de venirme al sur, le escribo un mensaje, un domingo caluroso casi al mediodía. Le manifesté que quería pasar a saludarla un rato a ella y a su familia, para conocerlos personalmente. Y así fue que estuve un rato, sin noción del tiempo transcurrido. Juana no paraba de contarme todo lo que pudo volver a hacer después de la intervención quirúrgica. Javier, su esposo, me mostraba sus trabajos de carpintería. Al rato apareció Pepe, su hijo más pequeño, y me mostró un perchero que él había realizado con sus manos. A lo que respondí como un cumplido con la criatura:

“¡¡Que lindoooo te salió!! Yo necesito uno de esos.”

Al rato volvió el Pepe, con el mismo percherito como regalo, ya con una dedicatoria. Mientras miraba el obsequio pensaba que cada milímetro de ese perchero tenía dueño: todos aquellos que confiaron en que podíamos hacer posible la ayuda. De un puñado de casi 300 personas que se bancaron que los añadan, casi de prepo, en un grupo de WhatsApp, para después perdirles colaboración. La Cooperadora, las Radios, mi familia y yo sólo somos los nexos.

El encuentro con esta gente me enriqueció mucho. Pero lo bueno estuvo en el plato de entrada, que fue mi llegada a ese hogar, lleno de maderas y sueños. Ella me estaba esperando en la vereda de su casa en el Barrio Tablada. El sol ya quemaba mi espalda. Cuando bajé del auto ella cruzó la calle ante la mirada de uno de sus hijos y de su esposo Javier. Y me dio un hermoso abrazo, mientras repetía:

“Un gusto gracias…gracias… ¿Por qué no avisó con tiempo? Hubiese preparado algo para poder compartir un rato.”

Después de agradecerle y explicarle que solo quería conocerlos, debo admitir que esos abrazos de la gente que uno va ayudando, como referente de la solidaridad de muchos, me estremecen. Es una energía que llena mi cuerpo de fe, salud y vida plena; de esperanza para seguir ayudando mientras se pueda. Todo se reduce a lo que dijo Juana, cuando pudimos recuperarnos un poco de la emoción de ese encuentro. Ella esboza tímidamente sonriendo y tocándose los antebrazos:

“Piel de gallina Don Keko… piel de gallina.”