El ALMUERZO DEL ESTUDIANTE
La llegada de la primavera en mí de Santo Tomé en los años 80 era un acontecimiento que nos demandaba la expectativa de pensar cómo iba a ser nuestro Almuerzo del Estudiante en el Complejo Deportivo Municipal, que después se llamó Romeo Maciel. Allí recibiríamos a la primavera.
Esa jornada era la primera experiencia de organización como grupo que teníamos ya entrado a la etapa de la escuela secundaria. Nosotros, los de la Normal. “Así nos decían” a los alumnos de la Escuela Normal Profesor Víctor Mercante. Recuerdo que hacíamos un almuerzo a la canasta, las chicas llevaban la comida (sanguchitos, pizzas y tartas) y los varones la bebida para ese festejo. A la torta la comprábamos entre todos.
Ese era un día festivo y de estreno, muchos aprovechábamos para estrenar una remera o un par de zapas, compradas en cuotas por supuesto, en algunas de las tiendas conocidas de calle San Martín.
Esa mañana cerca del mediodía nos íbamos acercando al Complejo como en procesión por la calle Brasil que estaba sin asfaltar en ese entonces. Los varones con las gaseosas debajo del brazo o colgadas y las chicas llevando la comida en sus brazos cual bebé sus asaderas (táper solo tenían «las del centro»). Cabe aclarar que nos juntábamos en la casa de uno de los compañeros porque la mayoría íbamos caminando, en ese entonces los padres no nos prestaban el auto, salvo escasas excepciones de algunos que, con ese plus de andar manejando, ya tenían unos puntitos a favor de la conquista de algún amor a la vista; pero la gran mayoría íbamos «a pata», como se decía en ese entonces.
Y en el camino ya te encontrabas con todos los compas de otros cursos que emprendían el desfile a la gran fiesta. Todos íbamos hasta ese lugar que parecía estar muy lejos en ese entonces, cosa que no ocurre actualmente (ni hablar si tenías que ir de noche y con lluvia al baile).
Ya llegados al lugar nos acomodábamos en el espacio determinado para cada curso y enseguida comenzábamos a comer, hasta que alrededor de la una y media de la tarde hacían su entrada los alumnos de quinto año. Ellos entraban saltando todos abrazados y brincando. Luego formaban una ronda en el centro de la cancha del gimnasio, haciendo ingresar a los alumnos de primer año para que bailen, estableciendo una especie de bienvenida formal a la escuela secundaria de los más chicos del nivel.
Los chicos de quinto año ese día estrenaban su remera de promoción con algún logo especial y de un color que los identificara de acuerdo a su modalidad; que podían ser de Bachillerato Común o Comercio. Esa remera era la que iba a identificar a esa promoción para viajar a Bariloche y quedarse para el recuerdo en sus roperos, guardando en aquel pedazo de tela momentos inolvidables vividos de su etapa de estudiante secundario.
La entrada de los más grandes marcaba el comienzo del baile de todos los que allí estábamos y muchos aprovechaban la ocasión para las primeras transgresiones de consumo de algún brebaje con alcohol (léase primera borrachera y otros la decimoquinta). Vale aclarar que no estaba permitido el consumo de bebidas alcohólicas ya que participaban de esa fiesta algunos docentes.
Yo recuerdo con cariño a las profesoras Marica Olivera, Cielo Lister, Mabel Rodríguez, Mabel Bonutti y Marta Gómez. A los queridos Jorge Antúnez, Rubén Carballo, Tino Martínez, Negro Lister, Quique Noguera y al preceptor José Corti, entre otros; a quienes pido disculpas por la omisión.
Así transcurría el festejo y algarabía por la llegada de la primavera y el Día del Estudiante. Muchos aprovechaban para encontrar sus primeros noviazgos y otros, los más picaflores (hoy le dicen picantes) iban por la decimoquinta conquista.
El almuerzo terminaba cuando caía la tarde, donde cada uno retornaba a su hogar, agotado de tanto saltar y contento de haber compartido todo un día con personas que iban sellando un vínculo infinito de compañerismo y amistad. Muchas veces para toda la vida. Mientras otros iban de la mano entre arrumacos y besos estrenando algún noviazgo. En muchos de ellos, hasta el día de hoy, perdura el amor. Ya gozando de sus nietos, que bailan y disfrutan de la fiesta de los estudiantes y de la primavera de este tiempo.
Éste relato que escribí hace un par de años solo trató de ser una síntesis de cómo nosotros, la gurisada y guainas (jóvenes) de mi pueblo querido en Santo Tomé Corrientes, festejábamos el Día del Estudiante. Y es el día de hoy que muchas veces pienso que nunca voy a estar seguro si era la mejor manera. Pero confieso que para mí ese momento fue inigualable, y si pudiera elegir volvería a vivirlo.
Hoy cuando pasaron los años recuerdo con cariño y nostalgia a muchos de los que compartimos ese espacio.
¡FELIZ PRIMAVERA Y FELIZ DIA DEL ESTUDIANTE A LOS COMPAÑEROS DE LA NORMAL DE SANTO TOMÉ DE TODOS LOS TIEMPOS! ¡SALUD!

Foto de portada: Promoción 89 – Escuela Normal Profesor Víctor Mercante. Gentileza Chiche Lavalle.
Foto final de nota: Promoción 92 – Escuela Normal Profesor Víctor Mercante.