19 DE ABRIL | DÍA DE LA BICICLETA

Foto de portada: S.H.F. Fotografías

El famoso y reconocido escritor uruguayo Horacio Quiroga decía que el trasladarse en bicicleta, permite llevarse uno mismo a cualquier parte con el placer de ganarle al tiempo de las horas, y disfrutar con alegría la llegada al objetivo trazado. Dijo esto después de haber hecho la travesía, desde San Ignacio Misiones a Paysandú Uruguay hace muchos años atrás.

Y en mi casa, en mi Pueblo, en mi país y en mi mundo siempre hubo ese elemento de dos ruedas. Desde muy chico tuve bicicleta. La primera me la regaló mi tío padrino Chico Araujo, cuando tenía un poco más de dos años de edad. Anduve una semana con dos ruedas estabilizadora, a la segunda semana mi viejo el Tolo le sacó una, y no dejó de pasar mucho tiempo que me soltó en la esquina de la avenida de Las Américas y Ley Nacional que me largó a hacer equilibrio sin rueditas. Habré recorrido dos metros o tres hasta que estrellé mi gurrumina humanidad contra el caliente asfalto de ese verano. Con llanto de por medio, y mucho capricho mezclado con la ansiedad de alguien que practicó el ciclismo desde muy joven, (a finales de los años cincuenta corrió con quince años una parte del recorrido en juveniles de la Doble Las Marías). Bueno, la cuestión es que mi padre me obligó a subirme y volver a intentar. Lo que produjo el milagro de aprender a andar en bici casi antes de terminar a aprender a caminar (debe haber pocos casos en el mundo me parece).

En esa mini bici rodado catorce empecé a hacer mandados para mi madre desde muy pequeño con un canastito atrás. A los cinco años me iba desde el barrio Estación hasta el almacén de Don Salomón Salé cerca de la Plaza Colón (actual panadería El Molino) eran como ocho cuadras. Hoy es imposible ver un guricito de cinco años transitar con una bici por esas calles.

Después se me volvió un paisaje habitual el ver a mi padre arreglar su bici de entrenamiento y práctica deportiva del ciclismo. Conocí mucha gente a través de ese deporte, hasta que empecé de muy gurí y por temporadas espaciadas a practicar yo también esa linda actividad.

Era muy común ver a mi padre ajustando cada tornillito y tuerquita de su bici de carreras, la cual mezquinaba más que cualquier cosa que tuviera en la casa (¡creo más que a nosotros ja!). Él se encargaba de la parte mecánica. Y desde chico me enseñó a lustrar todas las partes de esa máquina con el legendario líquido Brasso, el cual había que colocar, dejar secar y después darle lustre con una franela. Recuerdo haber pasado horas lustrando rayo por rayo las ruedas. Mientras de fondo escuchábamos Radio Nacional o alguna de las Emisoras de Posadas Misiones, hasta las nueve o diez de la noche.

Papá siempre incentivaba a los jóvenes del barrio que practicaran ciclismo. Él tenía una bicicleta armada para prestarle a quien tuviera ganas de probarse en ese deporte. Pasaron varios muchachos. Algunos siguieron otros abandonaron al poco tiempo.

Así fue pasando el tiempo donde por distintos eventos fui conociendo a ciclistas y familias de otras localidades que visitaban nuestra casa para la Doble Las Marías u otra carrera que se desarrollaba en Santo Tomé. También nosotros viajábamos a otras ciudades a competir. Recuerdo a mi viejo salir un domingo bien temprano después de volver de haber estado de guardia en su trabajo en el ejército. Y volver a las diez y media once de la mañana con una rama de yerba mate en el bolsillo de camiseta como testimonio que había llegado hasta Las Marías cerca de Virasoro.

En mi casa siempre hubo distintos tipos de bicicletas. Desde las más modernas hasta las que armábamos con lo que teníamos a mano. Les poníamos un cajón de madera atrás, y eran usadas para hacer los mandados o salir a pasear (léase vagar). Las bicis de carrera eran solo para entrenar y correr. Y su mantenimiento siempre fue costoso. Más de una vez hubo una prenda de vestir menos, una salida a comer afuera postergada, porque había que comprar un tubular o algún repuesto para la bici.

Mi vida de ciclista me permitió generar amistades con personas con las cuales me sigo vinculando hasta estos días casi llegando a los cincuenta años de edad, y a pesar de haber dejado la práctica hace más de veinticinco años.

Hoy mantengo vivo el entusiasmo viendo competencias en las redes sociales, saliendo un rato a andar en bici casi todos los días, yendo al trabajo, o irme a hacer compras que no requieren cargar muchas cosas. Pero sobre todo mantengo la pasión recuperando fotos viejas, o conversando con mi padre de casi ochenta años, que me cuenta anécdotas y viejas historias de su época juvenil en los finales de los años cincuenta en adelante. Como ser la del legendario Carlos Alberto “Caú” Vallejos, que trabajaba en la cuadrilla de mantenimiento de las vías del Ferrocarril Urquiza, y estando en cercanías del Paraje Caza Pava distante a treinta y tantos kilómetros de Santo Tomé, terminada la jornada laboral los desafiaba a los compañeros que volvían en las zorras (vehículo pequeño que transportaban a los obreros y las herramientas por las vías). El salía a toda velocidad por la ruta rumbo al pueblo llegando antes que sus compañeros, y ganándoles el desafío. “Caú” Vallejos fue reconocido e inmortalizado por los que lo conocieron de ser un hombre de mucha potencia física.

Carlos Alberto “Caú” Vallejos

También me cuenta mi viejo de lo que significaba el sacrificio de correr en caminos de tierra y a veces con barro, en carreras como ser la DOBLE LAS MARÍAS O POSADAS – SANTO TOMÉ – POSADAS. Con ciclistas de buen nivel competitivo que venían de otras partes.

Mi viejo cuenta con orgullo en una carrera DOBLE SANTO TOMÉ, a su compañero amigo del Pueblo Rubén Giménez se le rompió la bicicleta. Y él se bajó y le cedió la suya para que continúen en la competencia, ya que Rubén tenía más capacidad de sprinter o embalaje como le decimos nosotros. Yo lo escucho atentamente todas las veces con admiración. Para mí ese gesto solidario y deportivo, es como si el Tolo hubiera ganado un campeonato del Mundo.

He de aquí que LA BICICLETA siempre formó parte de nuestras vidas en la familia con mucha participación de mi tío Chico, mi primo el recordado Makeka Araujo, y mi padre el Tolo.

A través del tiempo fueron ciclistas reconocidos de mi Pueblo: Enrico Gardoni (primer ganador de la Doble Las Marías), Serrucho Godoy, Carlos “Caú” Vallejos, Gringo Dallvechio ,Julio Naya, Caio Surio, Hugo Sanabria, Pedro Ponce de León, Chica y Coco Chalup, Rubén Vigay, Juan Carlos Robín, Camelino, Alcides Chiosa, Lemos, Ramón Zapata, Pilito Morand, Rubén Giménez (ganador en un par de oportunidades de Doble Las Marías), Kiko Fantinel, Roberto Alburquerque, Carlos y Tito Suarez, Mario Silva, Raúl Areco, Nicolás Romero, Leonardo Ibáñez, Emilio Giménez, Tito Pernumián, entre otros que pido disculpas por la omisión .Y una camada de jóvenes que venimos después en los años ochenta y noventa. Y no quiero olvidar a la primera ciclista mujer de Santo Tomé que corrió desde muy pequeña. Recuerdo con cariño a Carina Cardozo.

Foto: Gabriel Arizmendi

Hoy veo a la distancia mucho entusiasmo a mucha gente de distintas edades que practican el deporte, y lo hacen de manera muy entusiasmada y mucho esmero. Ponen fotos de sus entrenamientos o paseos.

El andar en bicicleta más allá de las competencias, es el umbral de un mundo infinito de relación entre las personas, que despierta desafíos personales y grupales sanos y liberadores, con los distintos matices que cada uno tiene como ser humano. La bicicleta libera endorfinas, y mejora la salud mental y física.

La bicicleta aparece en la historia, en la literatura, en el cine y en la vida cotidiana de muchas personas que la usan para ir a trabajar, llevar a sus hijos a la escuela o hacer delibery.

Es por ello que los que gobernantes que quieran hacer cosas buenas para la gente, deberán buscar la manera de mejorar su circulación en las avenidas y calles de pueblos y ciudades. Y ni hablar de generar espacios seguros para los ciclistas, que en todas partes cada vez son más. Y las rutas donde practican cada vez son más peligrosas.

Todo lo expuesto en esta nota, se resume en la frase que una vez Mary Panario, amiga de la familia, rescató de alguien, la imprimió y se la regaló a mi viejo para que la cuelgue en su tallercito de la calle Mitre Y Uruguay donde estuvo reparando bicicletas todos los días hasta el 18 de marzo de 2.020.

“SÓLO SE CAE QUIEN DEJA DE PEDALEAR”

Anónimo

Nota: Ignacio «Keko» Araujo. Abril 2021