EL 2 DE ABRIL ES VIERNES SANTO …

Porque se juntó con el día donde el hombre justo se entregó. El Rey de corona de espinas entronado por un Pueblo. Sangrando dolor en las manos clavadas en el madero de la sagrada cruz. Esa cruz, que cuando pasó el tiempo se colgó en los crucifijos que abrigan y rezan en los pecho temerosos, altivos, corajudos y solidarios que cuidan sus vidas y la Patria desde las trincheras y en sus lechos allá en el sur.

Ellos están cumpliendo un mandato. Con una bandera que les cubre el lomo, les abriga y los justifica en su orgullo, ante la muerte que los amenaza todo el tiempo en la turba y el frío. Los días pasan entre gritos, estruendos, ruidos de metrallas, llantos dolor, y abrazos que celebran la vida a cada instante. Todo pasa lejos de sus casas que esperan su regreso.

Después… después el silencio de la derrota. La derrota que se esconde. La vuelta al barrio y al pueblo, con el deambular cansino. Caminando los días, los meses y los años. Con la mochila raída de sangre y recuerdos que perturban y no sanan. Andando como fantasmas entre una sociedad que los mira, pero no los ve.

Muchos eligieron el camino de la muerte lenta del hombre incompleto que llegó casi niño a las frías islas. Y al primer bombardeo, la metamorfosis de la supervivencia les hizo hombre. Muchos murieron sin poder regresar a Malvinas, a buscar la inocencia que allí dejaron. Otros por suerte sí.

Pero llegó el día santo del milagro, donde el hombre del crucifijo junta su blanca túnica revolucionaria de la fe, que hace milagros, con los fusiles, y la ropa gastada de la guerra. Ellos son los soldados malvineros, con Jesús colgando en puros rosarios en sus cuellos. Ellos eligieron no morir y resucitar… resucitando todos los días un poco en muchos de nosotros.

Relato homenaje basado en testimonios reales de ex Combatientes de la Guerra de Malvinas.
Ignacio Araujo | 2 abril 2021