Todos los domingos del año, en el lugar lejano. Los sentimientos y el corazón agradecido por la vida, me los recuerda, me los trae a mi mesa llena de Chamamé y amigos. Hasta que los estados de salud requieren de reparaciones en el cuerpo y en el alma.
Ellos son la mirada al centro de la taza del desayuno de la mañana, deseándole a la distancia un buen día. Es la misma que mira lejos los atardeceres cortos y largos de la Patagonia abrazándolos anocheciendo.
Los seres que abrazo en esta foto, llenos de ayer y de mañanas. Imagen que congeló mi compañera detrás del lente, pretende solidificar valores y pensamientos de una huella que hay que seguir andando y marcando. Con los que la caminaron y los que van caminando.
El domingo se me llenó de PATRIA GUARANÍ, y no quise dejarlos afuera a ninguno de Ustedes que me bancan todos esos mediodías, muchos hasta sin conocerme.
Y como en este tiempo que el corazón late fuerte. En la cabeza y en las necesidades hay que volver al repecho de la angaú (dice que) nueva normalidad nos manda.
Les dejo unas palabras que les entibie el pecho. Las dijo mi madre cuando dio el primer paso de su vuelta a la caminada. Ella me dijo sonriendo: