Sara Martínez es una santotomeña que vive en Buenos Aires, a quién conocí de muy pequeña, cuando era casi una niña. Hoy, ella con el coraje que le mostró su madre Sarita, como la conozco, se recibió de Locutora Nacional. Es hermana de Raúl, a quien conocí como Raulito, y que hoy es Gendarme. Gurises del Pueblo de Santo Tomé, hijos de una madre luchadora, trabajadora y comprometida con entregar mejores seres humanos a la sociedad.
Ellos son hijos de María Elena Martínez.
¿Qué recuerdos tenés de tu infancia con tu madre?
¡Miles! Cuando tenía tiempo ella me despertaba con el desayuno en la cama, prendía la radio (teníamos una de esas radios antiguas y hermosas, cuadrada, grande, marrón, que solo tenía dos perillas, una para prender y cambiar el dial, la otra para el volumen) y desayunaba escuchando folklore. También me acuerdo que me regaló mi primera bicicleta (rosada, restaurada, a mí me parecía hermosa) y me llevó a la plaza Colón donde aprendí a andar en bici. Siempre me traía libros y revistas infantiles para que lea, hábito que amo desde niña. ¡Y el arroz con picadillo de carne y el reviro le salían espectaculares!
¿Cómo era la convivencia con tu hermano y cómo aconsejaba la mamá que debían llevarse?
Mi hermano vivió desde muy pequeño con mi abuela y yo con mi mamá por lo que de niños no convivimos, pero sí nos veíamos casi todos los días. De chicos nos llevábamos bastante bien, y si nos peleábamos, mi mamá o mi abuela nos aconsejaban con la voz bien en alto (nos retaban Jaja). Pero a mí me encantaba ir a lo de la abuela. Me acuerdo particularmente en la época en que vivió en el Hotel París, lugar en el que hoy está es el casino. Allí, con Raúl nos trepábamos a un níspero para jugar o para escapar de mi madre cuando estaba enojada (era brava la María Elena cuando se enojaba), nos quedamos allí, arriba del árbol para evitar el chancletazo. A la hora de la siesta permanecíamos despiertos esperando que aparezcan lagartos que había en el fondo del terreno y después merendábamos viendo dibujitos.

¿Cómo era un día normal de trabajo de tu mamá?
Se levantaba temprano para tomar sus mates y luego desayunar. Me preparaba para ir a la escuela y esperaba a que pasara el transporte escolar o que yo me fuera (cuando ya podía ir caminando sola a la escuela) y luego ella se iba a su trabajo. En Santo Tomé siempre hizo tareas domésticas. Mucho tiempo salía temprano a trabajar, volvía al mediodía para almorzar y luego volvía a su trabajo. Otras veces se quedaba de corrido en su trabajo, desde las 8 hasta las 16 o 17 horas, y de ahí casi siempre se iba a otros trabajos: a planchar a algún lado, a limpiar otras casas, a acompañar a algún adulto mayor o a cuidar la casa de alguien que había viajado. Muchas veces también trabajaba los fines de semana lavando platos en un restaurante. Casi no me acuerdo de verla sentada descansando, porque después también estaban las tareas de su casa. Era una época en que no había lavarropas y se lavaba la ropa a mano. Y a veces eran malas épocas, en las que no podía comprar una garrafa de gas y ella tenía que cocinar a leña, en el patio. Fue muy dura la vida de mi mamá.
¿Qué es lo primero que recordás que te enseñó tu madre?
El valor de la honestidad y el respeto por sobre todas las cosas, en todos los aspectos de la vida. Y me enseñó un máster sobre resiliencia: siempre enfrentó adversidades y siempre siguió hacia adelante.
¿Crees que tu madre dio su vida por sus hijos?
¡Sí! ¡Siempre! Fue por y para sus hijos y su mamá Francisca.
¿Qué palabras la definen a tu mamá?
Trabajo, familia, perseverancia y amor por los animales.
¿Si hoy la tuvieras enfrente qué le dirías?
Lo que le digo por teléfono, por suerte, bastante seguido: que la quiero mucho y que siempre le agradezco todo el sacrificio que hizo para traernos (a sus hijos) al mundo, alimentarnos, educarnos, mantenernos sanos y fuertes; y a mí, particularmente, por brindarme confianza y apoyo en cada decisión de mi vida. Y que ojalá se termine pronto esta pandemia, porque extraño verla y abrazarla.