Hace unos días expresábamos en este espacio, el amor y la ternura por los Duendes, en la persona del Doroteo. Y hace pocas horas nos enteramos que Carmencita decidió emprender su viaje. Para seguir caminando con sus pies descalzos sin hacer ruido, como hace mucho, por las calles vacías del pueblo silencioso. Su oficio de maestra que quedó allá a lo lejos como una letanía. Y nosotros los santotomeños de todos los días que nunca aprendimos como quererte. Te pedimos perdón por tanta indiferencia, e imploramos para que esa flor gigante que siempre adornó tu pelo no se marchite jamás…
Ignacio Araujo
Sé que tu sonrisa no se apaga,
que la ternura de tu alma pura
vivirá siempre en nuestros corazones.
Con el mayor de los respetos a ella,
que tiene el encanto que los cuerdos necesitamos…
Con tanta cordura reinando en tu corazón,
de amores viajeros sin puerto alguno.
En tus ojos se dibujan locuras fortuitas
que en miserias de otros ojos se ocultan.
Tus manos llenas de migajas de vida,
y un cigarro prendido al destino incierto.
En mi plaza, así te pincelo en mis versos,
sentada frente a las puertas de la Iglesia,
la antesala a tu credo perfecto.
Quién te viera como yo te veo…
con los ojos de mi Alma y el corazón abierto,
con tus sueños de cristal colgados en tu bolso;
quién te viera como yo te veo…
«Caco» como te bautizaron los cuerdos locos,
que de tu cordura no tienen ni un poco.
Que la pureza de tu mente se conserve en los vestigios de locura,
que abundan en este mundo locos sin Alma.
Quién te viera como yo te veo…
con los ojos de mi Alma y el corazón abierto,
con tus sueños de cristal colgados en tu bolso,
un cigarro prendido a tu futuro incierto,
y de vez en cuando una tímida sonrisa abre las puertas del cielo
…las abre por completo.
Poesía y fotografía: Sandra Aguirre.